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¡Recomendación del Mes! Prosas Profanas y Otros Poemas

  • FI
  • 12 nov 2015
  • 2 Min. de lectura

El término prosa se empleaba en la Edad Media para referirse a un poema en latín en homenaje a los santos. Rubén, con pleno conocimiento de ello, titula su segundo libro Prosas profanas, es decir, “poemas profanos”, porque son poemas (significación medieval) que abordan temas mundanos y no religiosos como en la Edad Media. Este arcaísmo escandalizó a la burguesía que le resultaba difícil digerir para su precaria y banal cultura. Dice Rubén en su Autobiografía: “Muchos de los contrarios se sorprendieron hasta del título del libro, olvidando las prosas latinas de la Iglesia, seguidas por Mallarmé en la dedicada al ‘Des Esseintes de Huysmans’, y sobre todo, las que hizo en ‘roman paladino’, uno de los primitivos de la castellana lírica”.


Dos ediciones importantes circularon en vida del autor. La primera edición de Prosas profanas y otros poemas se publicó en Buenos Aires en 1896, constituido de un prólogo titulado “Palabras liminares” y 33 composiciones distribuidos de la siguientes manera: I. Palabras liminares, II. Prosas profanas (18 poemas), III. Coloquio de los centauros (extenso poema de 212 versos), IV. Varia (9 poemas), V. Verlain (2 poemas), VI. Recreaciones arqueológicas (2 poemas), VII. El reino interior (1 poema). La segunda edición apareció en París en 1901, agrega 21 poemas. Rubén Darío se refiere en su Autobiografía a algunos de los poemas de Prosas profanas. El poema “Era un aire suave...” fue escrito “en edad de ilusiones y de sueños y evocada en esta ciudad práctica y activa, un bello tiempo pasado, ambiente del siglo XVIII francés”. “Divagación” la escribió, “en horas de soledad y de aislamiento que fui a pasar en el Tigre Hotel”, y en cuyos versos “hay una gran sed amorosa y en la manifestación de los deseos y en la invitación a la pasión, se hace algo como una especie de geografía erótica”. De la “Sonatina” Rubén se extraña que no haya tentado a ningún compositor a ponerle música. “Blasón” fue escrita en Madrid “en el tiempo de las fiestas del Centenario de Colón”. De su poesía “Alaba a los ojos negros de Julia”, Rubén confiesa ignorar “la bella dama que inspiró las estrofas”, pero admite que aquellos “ojos negros” eran en aquel instante “los preferidos”. Se solaza Rubén de su “Margarita”, soneto conocido y recitado “en tierra hispana como en nuestra América”. Fue compuesto en el cercano pueblo de San Martín en Buenos Aires, a donde el poeta se había refugiado para “ocultar su idilio, mezclado a veces de tempestad”, después de haber caído “en nuevas redes pasionales”. “Pórtico” lo “escribí en Madrid para que sirviese de introducción a la colección de poesías que con el título de En tropel, dio a luz el poeta Salvador Rueda”. “La página blanca” fue escrita en Buenos Aires, en casa de Miguelito Ocampo, ensayista argentino, y “en presencia de nuestro querido viejo Lamberti, a quien dediqué esos versos”. Darío afirma que casi todas las composiciones de Prosas profanas fueron escritas rápidamente, “ya en la redacción de La Nación, ya en las mesas de los cafés” y en casa de amigos. Del “Coloquio de los centauros” dice que lo concluyó en La Nación, “en la misma mesa en que Roberto Payró escribía uno de sus artículos”.


 
 
 

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